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martes, 21 de octubre de 2014

En respuesta a María y a otros padres de niños ciegos


Estimada María:
No te contesto en La entrada original porque Blogger se ha vuelto inaccesible. Aprovecho para lanzar un escrito a todos los padres de niños ciegos que pasen por aquí.
Preguntas que cuándo fui consciente de mi carencia; en realidad a los 13 años, cuando abandoné el colegio de ciegos, me separé de mi ambiente y llegué a un instituto normal. Claro que antes lo sabía, pero no suponía ningún trauma: de pequeña, en la época preescolar, tendía al aislamiento, a mecerme en un sofá y no querer saber nada del mundo exterior, y mis padres se encargaron de paliarlo como pudieron, sacándome, llevándome a todos lados y colmándome de estímulos. No gocé sin embargo de una socialización con gente de mi edad. A los cinco años me llevaron al colegio de la ONCE, el mejor paso que pudieron dar. Claro que yo me resistía, me resultaba duro dejar el seno familiar y los primeros años los pasé llorando, con lo que no pude aprovechar mucho las enseñanzas impartidas. También me dejé dominar por una compañera, que me manejaba a su antojo. Mis padres, preocupados, hacían de los fines de semana una fiesta, llevándome al campo Y proporcionándome todos los mimos.
Contaba con algunos amigos ciegos, pero claro: en el instituto todo se rompió. Los grupos estaban hechos y mi tendencia al aislamiento se agudizó. Aún la estoy pagando. Ahora sí sufro las consecuencias de mi ceguera y de mi escasa socialización, pero ésa es otra historia.
Quiero advertir a los padres de niños ciegos que lean estas líneas de que no cometan muchos errores que pueden ser habituales, como la superprotección desmedida; el no exigirles nada; el sentir pena por ellos; el evitar que se socialicen, cayendo en el aislamiento como consecuencia; el hablar por su boca y decidir sin contar con ellos; el llevarlos sólo a ambientes de adultos y permitirles que se queden allí pasivos, como muebles; el no obligarlos a que interactúen normalmente con niños de su edad; el dejar que se excluyan de actividades habituales como ver la tele (aunque, para lo que ofrece, mejor leer); el consentirles todos los caprichos y extravagancias de modo que se anquilosen, que sean unos egoístas, que traten a sus padres y amigos como esclavos, y así cuando llegan al mundo real y ven que no lo merecen todo caerán en una crisis.
Dejadlos hacer tareas en la casa desde pequeños; asignadles responsabilidades de acuerdo con cada edad: que no sólo aprendan a recibir, sino también a dar. Vigilad si prestan atención a lo que los rodea, si escuchan a los otros, si no se han vuelto unos flojos. Es muy importante que desarrollen la curiosidad, pues la falta de ésta potenciada por el aislamiento de la no estimulación visual los condena al autoencierro que, en casos extremos, deriva en autismo.
El niño ha de jugar e interactuar con sus coetáneos. Debe saberse diferente y asumirlo con naturalidad. Llevadlo al psicólogo de las organizaciones de ciegos ya desde bebé. En el colegio ayudadlo, pero no le hagáis el trabajo, y que no le regalen notas. Que no lo eximan de actividades y contenidos docentes como Dibujo o Educación Física. Sólo tienen que adaptar un poco el Curriculum, con el asesoramiento de especialistas en ciegos.
Los profesores en ningún caso se escudarán en la discapacidad para desatenderlo y reducir sus obligaciones académicas, potenciando de ese modo una situación de vagancia y autoengaño por parte del alumno yt su familia. Ésa sería la forma más efectiva de discriminarlo, dañarlo y anularlo.
Desde la escuela ha de procurarse que salga con sus compañeros en el recreo y no se quede en un rincón, o buscando el paraguas de su adulto de referencia.
Es crucial que aprenda a decidir y a equivocarse; que se mueva solo lo antes posible; que se elija su propia ropa, comparta tareas del hogar... El trato ha de ser igual que el dispensado a sus hermanos, con las adaptaciones pertinentes, obvio.

Por favor, tened esto en cuenta: no hagáis de vuestro hijo un inútil; no permitáis que se desconecte del entorno y añada a la ceguera rarezas y comportamientos excéntricos que únicamente lo perjudicarán.

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