(La radio puede detenerse pulsando Escape o parándola en el icono inferior).

lunes, 30 de abril de 2012

Depresión: cuando la mente enferma.


No, no tiene importancia; mañana habrá pasado. Además, los hechos lo justifican; pero un sueño reparador te curará. A todos nos ocurre eso de vez en cuando, no somos de piedra...
 
¿Qué sucede, por qué te afecta todo tanto? ¡Vamos, has superado cosas más duras! Eres fuerte... Hm, una mala racha. Y claro, si te hacen la vida imposible... Todo se arreglará cuando duermas mejor, el sueño es muy importante. Pero Morfeo no viene. Las horas transcurren largas, pesadas... Pasará, pasará.
Te hacen daño; son los otros: ¿por qué se comportan así? ¿Por qué se han propuesto destruirte? Buscas soluciones, un cambio... Barajas diversas hipótesis, has de huir de la situación estresante... ¿Hacia dónde dirigirse? ¿Qué hacer? Las alternativas no están al alcance, presentan inconvenientes... Giras y giras en la cama, te levantas, piensas... Mejor no pienses, no sirve de nada; pero no puedes evitarlo: ¿qué hacer? Olvidar, distraerse... No te concentras en nada, frenéticamente intentas trazar los inciertos derroteros de tu vida. ¿Qué harás, qué pasará, qué expectativas tienes, qué te deparará el destino? No te gusta. La culpa es de los otros, que quisieron amargarte... No, de los otros no; tuya; no eres capaz de resistir, te has equivocado, te has estafado con respecto a tu personalidad... ¿Quién eres realmente? Has vivido en un error; te han engañado, te has engañado. Ya no tiene remedio, estarás siempre así...
 
Anhedonia, abulia, monotonía, taedium vitae. Los días transcurren, las horas transcurren lentas, angustiosas; el tiempo va a la deriva. No hay esperanzas, no hay finalidad. La vida ha dejado de tener sentido, puesto que no puedes ser feliz ni hacer felices a quienes te rodean. Quieres morir..., ¿o no? La existencia oprime, la muerte aterra. Aunque rodeada de gente, de amigos que te quieren, te sientes sola, pues ellos nunca te comprenderán. Ellos se engañan creyendo que saldrás y tú sabes que eso no va a ocurrir, que la persona a la que conocieron no es la de ahora, que van a sufrir siempre por tu culpa. Sola, sola... Te sientes un lastre, una carga, una nulidad; no mereces nada... Buscas opciones, alternativas, pero no sirven porque no puedes huir de ti misma; tú eres el problema.
El sueño, el sueño... Dormir, desconectar, olvidar... Pero el sueño no viene. Te levantas una mañana más: ¿para qué? Transcurren las horas, los días... Tu infancia..., entonces eras feliz; ya no, ya no se puede. Niña, niña eterna, inocente, despreocupada... Ya no, es imposible. Leer, pasear, oír música... No, no puedes salir de ti misma; la idea fija no te abandona. Te dejas llevar a remolque por la vida. Todo pasa a tu alrededor sin que te inmute; la más absoluta indiferencia parece haberse adueñado de tu carácter. Egoísta, egoísta, sí, eso eres: insensible, mala... Evocas con nostalgia la candidez de la infancia, nunca regresará. Ya no puedes disfrutar de nada porque no lo mereces; porque lo has olvidado;  porque tu ánimo no está preparado para ello, porque la idea fija no permite la más mínima evasión, porque el constante martillear de tu cerebro resulta la más horrenda de las torturas, porque, porque, porque... ¡No, no puedes: que se pare, que se pare, no quieres pensar! Te sientes vacía... Y el sueño sigue sin venir; no, ya no duermes, ya no desconectas, ya no tienes paz interior, ya no eres nadie, no eres nada, no, no, no, no... Morir, morir... Pero...
Te has vuelto fría, no eres capaz de expresar la más mínima emoción: ni llorar, ni reír, sólo la eterna angustia; la opresión. Ni la más sublime de las bellezas ni el más perverso de los horrores modifican ese estado pétreo. Sí, pareces emocionalmente muerta. ¿Vive aquél que ya no tiene ilusiones?
Pasan las semanas, los meses: ¿para qué? ¿Qué esperas de ellos? Todo igual, igual... Caminas de puntillas por la senda de tu destino sin decidir nada; no quieres:  quieres esconderte, quieres bajarte del mundo... Pero es una trampa, porque ya decides que no decides; optas por el nihilismo, y más te odias. El mundo es demasiado complejo para ti, no estás preparada; no quieres luchar y admiras a los que tienen la fuerza de hacerlo, a los que se levantan día a día con nuevas ilusiones, a pesar de todos sus apuros. Ellos le ven sentido a la vida, ellos caen en la trampa y siguen jugando; Tú no, tú eres una cobarde, nunca podrás ser responsable de ti misma. Eres tu peor enemigo, tu verdugo: te detestas y estás obligada a convivir contigo misma. Tienes miedo: miedo de estar así, miedo de enloquecer, de enfermar, de tirar tu vida... Admiras a quienes se toleran, se quieren, se cuidan, a pesar de sus errores; tú no, tú ya no puedes. Y el sueño no viene: dormir, olvidar, desconectar, dejar de pensar... Pero no, no es posible, ya no, tú no, nunca; todo está perdido, no hay esperanzas; ya no, para ti no, no, no, no, no, no, no...
 
 
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué alguien puede pasar así, repentinamente, de un estado de aceptación, de confianza, de relativa felicidad a otro de agonía, tortura, pesadilla? ¿Por qué a veces nos odiamos a nosotros mismos y ese odio resulta asfixiantemente insoportable? Alteraciones en los neurotransmisores, falta de serotonina, dopamina, trastornos en el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal... Somos química, aunque nos rebelemos; nos cuesta asumir que nuestros pensamientos se nos escapen, no dependan de nosotros y puedan regularse con psicofármacos. Es enigmático, en cualquier caso: una persona a la que se considera feliz, sin problemas, etc. puede recurrir de buenas a primeras al suicidio; o al menos, para no ser tan drásticos, sumergirse en la ciénaga de la tristeza. Nos cuesta ver la depresión como una enfermedad más, nos culpamos por padecerla; pensamos que ya no vamos a salir... Además, los pacientes con depresión no son tomados muy en serio por el resto de la sociedad, ¡qué se le va a hacer!Por más que sea la plaga del siglo XXI, no goza aún de consideración y respeto. "No te entiendo": ¿a cuántos deprimidos les cayó cual pesada losa tal acusación? O bien: "eres un egoísta, tú que no tienes ningún problema; tendrías que vivir en el tercer mundo...". Sí: los amigos y allegados a veces dañan, aunque su intención sea la mejor. Hay que tener mucho, mucho, muchísimo cuidado, muchísimo tacto. Sé que eso es difícil, dificilísimo. Quienes viven junto a un depresivo ven día a día, impotentes, cómo se degrada, cómo parece no evolucionar, no escuchar; cómo lo que le aconsejamos parece caer en saco roto... Mas lo importante es no perder los nervios, algún día todo volverá a su cauce. Estos pacientes piden principalmente que se los escuche, aunque digan a todas horas lo mismo. Quieren hablar, por más que lo que expresen nos parezcan incongruencias. Otros no son capaces de exteriorizar nada y caen en el mutismo, ya depende del caso. Cualquiera que sea su actitud, es importante que entiendan que estamos con ellos, que los queremos, que confiamos en sus posibilidades y que los aceptamos tal como son, que no han dejado de valer o de servir porque estén mal... Han de comprender que no han cambiado, que no se ha roto nada en ellos, que resurgirán y se harán más fuertes. No os asustéis: en muchos puede latir la idea del suicidio, aunque no la expresen. Por fortuna, esto suele quedarse en idea -excepción hecha del porcentaje pertinente-. Claro que es duro tratar tales temas con familiares y amigos, así que muchos no lo mencionarán; pero, de hacerlo, no los ridiculicéis; no les hagáis entrever falta de comprensión; no reaccionéis violentamente. Escuchadlos, permitidles vaciarse ante vosotros porque ya han hecho un gran esfuerzo al manifestar los pensamientos de sus más temidos demonios. Decidles luego que aguarden, comportaos un poco como Sheresade ante el sultán: "Eso lo puedes hacer más tarde: ¿por qué no esperas? De todas formas, la muerte es el fin natural y vamos a permanecer toda la eternidad así...". Siempre me vendrá a la memoria aquella señora que disuade a su compañera de infortunios en Auschwitz de arrojarse contra la valla electrificada con el siguiente argumento incontrovertible: "Si te mueres, nunca sabrás el final".
Concluyo estas líneas deseando tanto a depresivos como a familiares mucha suerte y mucha paciencia. Todo pasa, todo ha de pasar.